viernes, 31 de julio de 2009

La ley de las trampas I

El caso de Rosa Elvira fue tema de debates entre los filósofos de la calle. Para estos 'eruditos' del comportamiento de las trampas, estaba cantadito que la morocha era culpable desde que se puso a llorar como una Magdalena.

Regla número uno de las trampas: siempre lloran. La falsa siempre utiliza el llanto, tienen un innato don por el arte dramático. Cualquiera se vuelve una plañidera por el teléfono, aunque al mismo tiempo se ríe cínicamente sabiendo que el gil no la ve.

Regla número dos: Todas las trampas juran que aman profundamente a sus 'puntos'. Lo proclaman con tal devoción y a cada rato, para que no quepan dudas. Son tan convincentes, que hasta engañan a algunas suegras inocentes.

Regla número tres: Los intelectuales de salsódromo, discotecas y bares (incluye partidos de futbol y eventos artisticos) aseguran que las trampas exhiben una espeluznante sangre fría. Aun estando en presencia del 'punto', saben arreglárselas para recibir una tarjeta por debajo de la mesa, un telefonito o bailar pegadito con un 'partidor', mientras el novio se va al baño. Con mayor razón, dicen los filósofos callejeros, se pueden 'desmarcar' con suma facilidad de una suegra inocentona y un cuñado que se duerme temprano.

Regla número cuatro: Al tercer trago corto las falsas lo empiezan a mirar a uno, si es empresario, comerciante, abogado, hombre fuerte en comunicaciones, como si fuera una mezcla de Brad Pitt, George Clooney o Tom Cruise. Si es misio comprueban que solo tienen pal trago y la combi; y lo chotean en one. Pero si tienen harto billete, carro del año y propiedades Te guiñan el ojo, te mandan piquitos volados con su dedito, te susurran en la oreja que te desean para luego robarte un besito y bajar los ojos entre avergonzada y gozosa. Allá el gil si se la cree, pero así han logrado destruir muchos matrimonios de ilusos que cayeron en la trampa.

Regla número cinco: A la trampa no le gustan mucho los solteros porque 'le hacen competencia' en el juego del amor. Le alocan los casados, a los que ponen en jaque llamándolos por teléfono al trabajo a cada momento, para decirles que 'los aman y han soñado con él'. Pero las avezadas no escatiman recursos, ni estrategias, para averiguarse el fono del hogar del casado -así no aparezca en la guía- para llamar e insultar a la esposa y decirle: 'Él me ama a mí, está cansado de ti. Déjalo libre, perdedora' o dejarle mensajes en el celular: 'Estuviste oso, mi amor, invítame un cevichito'. Sobre el caso de Rosa Elvira Cartagena (esta se caso con un norteamericano; pero a su vez mantenia una relación paralela con otro norteamericano) , los eruditos en la tramposería sugieren que, si el comportamiento de la morocha coincide con tres o más de las reglas antes enunciadas, entonces estamos frente a una redomada tramposota.

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